sábado, 30 de junio de 2012

Después del 2 viene el 3.

Subir por la avenida del 8, transitando por los mares del Mediterráneo radiante de sonrisas, pararse en la número 20. Estar tan arriba, que hasta el vuelo de las águilas es tan perceptible como tus manos. Sigues subiendo más y más alto.
 Consciente e inconsciente, a la vez, estás parando el mundo; mas se necesita a otra persona contigo. Solo dos. Pero no cualquiera, sino, a esa persona. 


Número 23, a falta de oxígeno, valentía y besos, pocas caricias notables y demasiados puntos inhóspitos, el mundo se para. 
Excedente de caminantes. Contingencia previsible. 
Más y más deprisa. Un 38 no alcanza un 45. Y más deprisa.
Abatida en la avenida 23, sobrepasando el vuelo de las águilas, tocando estrellas y descubriendo galaxias, ralentizas el paso, o eso se ve desde esta altura. Algo factible para tu ser.

Por consiguiente de la altura, espero no decaer y sucumbir ante el mundo usual, de nuevo.

                                                              -Tan cerca y tan lejos. Tan alto, no saben lo que es sobrepasar la exosfera. 

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