domingo, 30 de marzo de 2014

Tiempo hay cuando ganas existen.

Puede que sea tarde o quizás no, pero es complicado lo que siento y siento que no me entiendes.

Fue ese 22 de diciembre cuando el destino eligió que nos miráramos a los ojos, fue cuando toda la ilusión que podía haber en un cuerpo tan pequeño salió.
Ni te imaginas la sonrisa con la que me levantaba, y era más grande aún con la que me acostaba, por el simple hecho de escuchar tu voz. Sentí que después de todo, la esperanza era el empujón que necesitaba para dar un gran salto.

Te entregué todo lo que había guardado durante años bajo llave para alguien que lo mereciera. Te puse en mano lo que más vale de una persona. Creí haberte dado todo para que volvieras a creer en el amor, para que volvieras a confiar en alguien, en mí. Y por creer, creí mal.

Y ya no aguanto más sin verte así que sigo dedicándote noches en vela, a oscuras, pensando qué decirte para aclarar dudas. Y todavía sigo esperando ver tu coche en mi portal, aunque sea sin avisar. Inventar excusas para darme un beso, dedicarme tiempo. Ingenua de mí.
Qué hice mal cuando mi única intención fue hacerte feliz, cuando mi única intención fue tenerte y no perderte.

Y si no formo parte de tu vida, si soy esa piedra en el zapato, dímelo antes de que siga imaginando un futuro junto a ti como planeamos. 
Dejaste a un lado aquello que llamamos nuestro por dedicarte a eso que llamáis vuestro. 
Parece que no fui suficiente para él; puede que haya encontrado en otras sábanas el calor que anhelaba.
Es tan triste sentirse sola, insignificante, decepcionada, rota, cundo estás con alguien, mas sigo amándote como aquella noche prometí.

Cuan efímero fue tu abrazo por la espalda, tu beso en el cuello, tu “te quiero” más sincero...


                                                                                                   Y me olvidé de mí para acordarme de ti en cada momento. 
                                                                                                

                                                                                                     -Las palabras no son hechos. Querer y decirlo no es suficiente.